La vida es fugaz y breve

Día 35 de la cuarentena
Lima, Perú

Ayer dormí más de 12 horas. Hoy desperté en la madrugada casi a las 2 de la mañana. Escuché que mi madre caminaba por la sala. Sentí que debía levantarme pero mi cuerpo no reaccionó. Me dejé vencer. Caí en sueño de nuevo y volví a despertar alrededor de las 5 de la mañana. Ahora escuchaba gritos, desesperación, auxilio, tristeza, mucha tristeza. ¿Qué está sucediendo? pensé. Intentaba descifrar alguna palabra detrás de esos gritos de auxilio y desesperación. Era evidente que algo muy malo sucedía.

Al levantarme de la cama, encontré a mi madre fuera de sí. "Parece que algo ocurrió al lado, presiento que es Olga..." fue lo que dijo ella, después decidió salir a preguntar y si es posible ayudar en lo que fuera. Tocó la puerta de al lado, salió el esposo de Olga para decirle a mi madre lo que sucedió y cerró la puerta. Al volver, mi madre me miró con los ojos y las cejas caídas para decir que Olga no respiraba. No entendía qué significaba eso ¿está inconsciente o está muerta? no puede morir, alguien tan hermosa, tan buena, no puede morir alguien tan joven en la comodidad de su cama. No tiene sentido pensar que murió, debe estar equivocado, quizás está exagerando.

Los gritos y sollozos que se escucharon después iban creciendo, en aumento, eran más voces. Estaban llegando los familiares de Olga, sus hermanas, sus primos, sus padres... Fue ahí cuando me invadió un vacío indescriptible dentro. Indefinible.

Mi madre había comenzado a llamar a todas las autoridades posibles, a los bomberos, a la ambulancia, al SAMU, a la policía... El esposo de Olga había mencionado que todos los números a los que llamaba estaban ocupados y se sentía realmente desorientado. Por lo que mi madre comenzó a ayudarlo, cogió su celular, el teléfono de la casa y comenzó a llamar a quien fuese. Al notar su asiduidad en busca de ayuda, me uní y comenzamos a llamar a "todo el mundo".

Ya eran casi las 7:30 de la mañana y nadie venía. Nadie. Sentía mucha rabia, impotencia e indignación. Mi madre había logrado contactar con la policía y el SAMU. A los 15 minutos de haber conversado con ellos, recibimos una llamada de un oficial de la policía. Él quería hablar con el esposo de la fallecida. Robert, entró por nuestra puerta con apuro y contestó. Su voz se estaba rompiendo, le costaba mucho sobreponerse, le pidieron algunos datos e incluso detalles de lo sucedido. A lo que Robert respondió con una valentía engañosa "señor, me parece adecuado hablar de ello en persona".

Él sentía incuria. Claramente, nadie le había dado consuelo.

Eran casi las 8 de la mañana cuando volvieron a llamar. La policía estaba muy cerca y pedían alguna referencia para llegar al edificio. Fue entonces cuando decidí asomarme por la ventana que da hacia la calle y esperarlos. Son unos idiotas, yo aún sentía rabia. Observé como se pasaron 2 cuadras de frente, luego dieron vuelta en U para regresar y volvieron a pasar una cuadra en sentido contrario. Alcé mi voz y les dije "¡Señor policía! a quién busca" y respondieron a mí con un "dicen que hay un fallecido en el perímetro".

Llegaron más personas en autos. Se llevaron el cuerpo.

A estas alturas ya no importaba nada.

Cuando el cuerpo de Olga aún estaba aquí, me dijeron que podía acercarme para despedirme. Pensé... no me puedo despedir de un cuerpo que yace sin vida. Ya no puedo despedirme, y no quiero tener como último recuerdo, la cama, el cuerpo y la aflicción de todos alrededor. No quiero eso. Lo siento.

Quiero recordar a Olga como una amiga, no como una vecina. Como una madre, no como una esposa.

Recuerdo la primera vez que la ví. Yo era apenas una niña de 14 años que aún jugaba a los jaces. Tocaron el timbre de la casa y salí a ver quién era. Habían 2 personas, una mujer esbelta y alta, de tez blanca, con el cabello castaño y rizado. Hermosa. Su esposo, un hombre alto y serio, de piel trigueña y anteojos.

Al poco tiempo quedó embarazada y tuvo a Jeremy, su adorado hijo.

Pasaron 10 años desde entonces. Le agarramos muchísimo cariño, y ella a nosotros. Me obsequió muchas cosas, desde ropa, accesorios hasta comida. Tenía y siempre tendrá una sonrisa y una voz muy cálida, porque ella siempre vivirá en mi corazón y en el de todos los que la conocimos.

Olga, te amamos. 

Ella no murió por COVID-19. Falleció a causa de que el líquido linfático que debían drenarlo cada mes de sus piernas, se acumuló. Debido a la pandemia dejó de venir la técnica por miedo a contagiarse. Murió por culpa de la negligencia de las autoridades de la salud.

Y pensar que todo comenzó con una fractura de tobillo.

Maceta pintada por Olga - 2012


El tiempo es limitado. No esperes más y empieza a amar.






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